Ressuscitar um assassino
Cuarenta y cuatro años antes, excavando junto a la cruz de Brevig Mission, el joven Hultin había buscado cadáveres que mostraran evidencias de hemorragia pulmonar, porque así es como actuaba el virus de la gripe española en los casos más limpios, casos sin infecciones bacterianas secundarias que pudieran complicar el cuadro.
Aplicando esa y otras cribas, Taubenberger acabó seleccionando dos muestras de dos soldados muertos por la gripe española el 26 de septiembre de 1918, uno en Carolina del Sur y otro en el Estado de Nueva York.
El virus estaba muy deteriorado, pero los científicos consiguieron secuenciar (leer el orden de las letras químicas A, T, G y C) nueve trozos de los genes del virus.
Pese a que sólo era una reconstrucción fragmentaria, se trataba de un logro sin precedentes, y Taubenberger se quitó la bata blanca para redactar un borrador:
'Comprender los orígenes del virus de 1918 y los fundamentos de su excepcional virulencia ayudará a predecir las futuras pandemias de gripe...'.
Cuando salió publicado en Science, el 21 de marzo de 1997, un médico de 73 años afincado en Iowa devoró el artículo de arriba abajo y se dejó caer por el túnel del tiempo hasta los hielos perpetuos de la península de Seward y la cruz de madera de aquel cementerio cercano al fin del mundo.
En dos semanas, Johan Hultin estaba otra vez ante el consejo de nativos de Brevig Mission.'Mi abuela se alegró mucho cuando Hultin volvió, creo que fue en 1997', recuerda Rita Olanna. 'Quería excavar otra vez en la fosa. Mi abuela era ya la única superviviente de la gripe española, y el consejo de nativos dio su aprobación enseguida. Hultin volvió en verano. Fue la gente de aquí la que le ayudó a excavar. Encontraron a esa mujer de la que usted habrá oído hablar, una mujer muy gorda'.
Hultin sabía que el virus estaba muerto -la inexistencia de su tesis doctoral lo demostraba-, pero se puso unos guantes, sacó del cadáver los pulmones y unas cuantas muestras de otros órganos y se despidió de Brevig Mission por segunda vez. Un par de días después aterrizó en Washington y entregó su tesoro en el AFIP.
Taubenberger no encontró allí virus intactos, pero sí muchos fragmentos de sus genes: valiosas piezas para añadir al puzle que apenas había empezado a montar con las muestras de los dos soldados.
Le ha costado ocho años, pero ya ha terminado, y ha sido uno de los hitos científicos de 2005. Hace tres meses, dos artículos en Nature y Science sellaban la reconstrucción completa del virus de la gripe española.
Casi 90 años después de que la peor pandemia de la historia hubiera matado a 50 millones de personas y desaparecido para siempre, la plaga ha resucitado en un laboratorio de genética.
Militar, por supuesto.
Un arma peligrosa
No todo el mundo está feliz con el trabajo de Taubenberger.
Las comisiones de bioseguridad, los grupos de trabajo sobre armas biológicas y los centros de estudios para la no proliferación -no escasos en Estados Unidos- se han llevado las manos a la cabeza por la 'reconstrucción de un virus que tal vez representa el más eficaz agente bioterrorista conocido' (Richard Ebright, Universidad de Rutgers), que sería 'extremadamente peligroso si se escapara, y hay una larga tradición de cosas que se escapan' (Barbara Hatch Rosenberg, FAS Working Group on Biological Weapons) y cuya información genética completa, que ya está disponible en bases de datos públicas, 'permite a cualquiera encargar a una empresa que se lo fabriquen' (Jonathan Tucker, Center for Nonproliferation Studies, Washington).
Resulta extraño que toda esa trifulca bioterrorista gire en torno a este hombre que se está acabando sus alubias en el comedor de la escuela. ¿No habrá venido aquí a buscar más muestras? ¿Más cadáveres? ¿Virus mutantes?
Nace un asesino'
No, no creo que podamos encontrar nada más en Brevig Mission', responde Taubenberger con una sonrisa.
'Sí que me gustaría encontrar alguna muestra de la primera oleada, cuando el virus apareció en la primavera de 1918 y todavía no era mortal.
Pero ese virus habrá que buscarlo en otra parte'.El primer caso de gripe española se registró en Camp Funston (Kansas) el 4 de marzo de 1918, y por entonces sólo causaba una dolencia respiratoria leve. Muy contagiosa sí que era, como cualquier gripe, y en abril ya se había propagado por toda Norteamérica, y también había saltado a Europa con las tropas americanas desplazadas al viejo continente.
El primer caso de la oleada mortal se registró el 22 de agosto en el puerto francés de Brest, uno de los principales puntos de entrada de los soldados norteamericanos.
Era el mismo virus, porque los afectados por la primera oleada estaban inmunizados frente a la segunda.
En algún momento del verano, sin embargo, algo lo había convertido en un agente mortal.
'Sería muy interesante comparar el virus de la primera oleada con el mortal', dice Taubenberger.
Se sabe que las otras dos pandemias de gripe del siglo XX (1957 y 1968) se originaron cuando un virus de la gripe aviar intercambió genes con un virus de la gripe humana común, y todo el mundo suponía que lo mismo habría ocurrido en 1918.
Pero el virus rescatado de los hielos árticos no tiene ningún gen de tipo humano: es un virus de la gripe aviar, sin mezclas.
Eso sí, Taubenberger ha descubierto que tiene 25 mutaciones que lo distinguen de un virus de la gripe aviar típico.
Entre esas 25 mutaciones deben estar las que le permitieron adaptarse al ser humano.
La pregunta inmediata es si el virus de la gripe aviar actual, el famoso H5N1, que lleva diez años circulando masivamente entre las aves asiáticas, puede sufrir esas mutaciones. Y la respuesta es que ya ha sufrido algunas. Por ejemplo, una de las mutaciones (E627K) halladas en el virus de Brevig Mission reapareció en el virus H5N1 que mató a dos personas en Hong Kong en 1997.Y en cuatro de las seis víctimas analizadas en el brote de Vietnam de 2004. Y en dos de las tres examinadas en Tailandia el mismo año. El virus de la gripe aviar que mató hace tres años a un veterinario en Holanda no era del subtipo H5N1 (sino H7N7), pero llevaba la misma mutación.
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